info@culturamezcal.es

+34 607 675 687

Garrafones perdidos del mezcal

julio 22, 2022

En cierta ocasión me tocó oír una historia que me fascinó, una historia maravillosa que siento se puede llegar a comparar con la sensación que experimentan los arqueólogos al descubrir vestigios de antiguas civilizaciones. Esa sensación de ser aquel que se encontró con algo increíble y que todos obviaban, estaba allí y nadie se había percatado o por lo menos alguien sabía pero no se atrevía a revelar…

La historia de los mezcales siempre ha sido un claro reflejo de la sociedad mexicana a través de los tiempos, siempre vapuleado, perseguido y reprimido para siempre resurgir y prosperar. Y es que en los tiempos de la colonia las autoridades ibéricas buscaban a toda costa proteger la economía de dicha península y no dejar que prosperara en sus nuevos territorios y así ejercer un dominio total sobre sus vasallos, los pueblos oriundos de las Américas.

Con la violencia clásica de la corona se realizaban redadas a lo largo y ancho de las provincias mezcaleras con el objetivo de robar los alambiques y la producción que se obtuviera de estos, imponiéndole la categoría de ilegal al mezcal. Esta práctica económica-política dio pauta a una de las serendipias más deliciosas de nuestra historia: El reposo en vidrio bajo tierra del mezcal.

No es coincidencia que los lugares donde se producía el mezcal fueran lo más escondidos, alejados y de difícil acceso, así sería mucho más complicado para las fuerzas de la corona encontrar y robar los palenques, fábricas, tabernas, vinatas y destilerías porque a pesar de todo esto se continuó la producción del mezcal y de toda la cadena que complementa esta actividad, el almacenaje y su distribución.

Las mujeres mayores generalmente eran las encargadas de mover el mezcal del lugar de producción a los pueblos consumidores, ya que a pesar de todo resultaba muy difícil que en algún retén o revisión alguien se animara a tocar a las abuelitas y para el caso del almacenaje se recurrió a una solución muy antigua y práctica que es la de enterrar todo lo que el gobierno se quería llevar y así se comenzó a guardar el mezcal en garrafones y damajuanas de vidrio que luego se enterraban evitando el robo.

Después, cuando la situación lo permitía se desenterraba para su ingesta y comercialización, descubriendo que los mezcales tomaban un carácter único después de cierto tiempo bajo tierra sin ser tocado por los rayos del sol y siempre a una temperatura fresca y sin cambios drásticos. Había nacido el reposo en vidrio.

Todos enterraban sus mezcales, litros y litros fueron enterrados durante muchos años a lo largo de los siglos y el miedo siguió haciendo enterrar los mezcales hasta casi finales del Siglo XX y principios del XXI, en un reposo plácido y que parecería eterno.

… Un día en un pueblo del sur de Puebla un asiduo bebedor de mezcal me contó que cuando la familia se disponía a hacerle una ampliación a la casa de toda la vida, la abuelita dijo, al ver que se escarbaba a un costado de la casa para hacer los cimientos, que tuvieran cuidado, mucho cuidado. A lo que la juventud hizo caso omiso y unos minutos después se oyó un golpe hueco y quebradizo; la abuelita solo dijo: “ya lo rompieron”.

Le habían dado a una garrafa de mezcal que llevaba más de una década olvidado por todos bajo la tierra y la anciana sabia recordaba vagamente la posibilidad de que hubiera sido dejada una garrafa desde la última vez que se habían enterrado esos mezcales.

El ambiente se llenó de un aroma tenue a mezcal, la tierra se humedeció y el mezcal despertó de su letargo, el asombro de la familia fue grande y pronto encontraron otro garrafón más, aunque esta vez se tuvo el cuidado de desenterrarlo sin que sufriera daños el mezcal, una plácida y tenue delicia.

Como al año de esta experiencia escuche algo similar en los Valles Centrales de Oaxaca, solo que esta vez la familia sí sabía de la existencia de esos destilados que primero fueron escondidos y que ahora, que esta última década ha propiciado que aquel miedo se esfume, han sido nuevamente buscados no siempre con mucha suerte.

Comencé a preguntarme cuántos envases de vidrio estarán enterrados aún a lo largo de las provincias mezcaleras. ¿Cuántos y quién sabrá de estos vestigios? Comencé pues una indagación arqueo-mezcalera que hasta la fecha continúa y está a punto de dar su primer fruto con el posible caso de unos garrafones de mezcal perdidos en la Cuenca del Balsas, cercano a la frontera entre los Estados de Morelos, Puebla y Guerrero, esperando que la suerte esté de mi lado y me de la satisfacción de encontrar una de esas maravillas que se encuentran dispersas en nuestros suelos y así sentir más o menos lo que se podría sentir al descubrir la tumba de Axzayacatl por ejemplo.

Artículos relacionados